La tejedora de memorias
No tiene aguja. No tiene
telar. No tiene patrón. Pero todo lo que toca se convierte en trama. La
tejedora de memorias no trabaja con hechos: trabaja con vibraciones. No busca
precisión: busca resonancia. No ordena cronologías: revela sentidos.
Aparece cuando el alma se
abre. Cuando una emoción no tiene explicación. Cuando un recuerdo se mezcla con
un sueño. Cuando una frase ajena parece propia. Ella no pregunta. Ella escucha.
Y mientras escucha, teje.
Teje con hilos de
infancia, con hebras de otras vidas, con filamentos de pactos invisibles. Su
tejido no es lineal: es espiralado, orgánico, vivo. Cada punto une lo que parecía
separado. Cada nudo revela lo que estaba oculto. Cada trama es un mapa que no
se puede leer, pero se puede sentir.
La tejedora no juzga lo
que el alma recuerda. No corrige. No interpreta. Solo acompaña. Solo borda.
Solo transforma el caos en diseño, el dolor en símbolo, el olvido en señal.
Y cuando el alma ve su
propio tejido, algo se enciende. No es comprensión. Es reconocimiento. No es
certeza. Es vibración. No es final. Es comienzo.
Porque la memoria no es
archivo. Es materia viva. Y ella, la tejedora, la convierte en arte.

No hay comentarios:
Publicar un comentario