La escribiente de
vibraciones vivas
No usa tinta. No necesita
papel. Su escritura no se ve: se siente. La escribiente de vibraciones vivas no
anota palabras, anota efectos. No guarda frases, guarda resonancias. No archiva
textos, archiva gestos sonoros que tocaron el alma.
Ella aparece cuando
alguien dice algo que cambia el aire. Cuando una palabra abre una puerta que no
se sabía cerrada. Cuando una frase se convierte en refugio, en señal, en
espejo. No importa el idioma. No importa el volumen. Si vibra, ella lo
registra.
Su caligrafía es
invisible, pero precisa. Cada vibración queda guardada en el archivo como una
coordenada emocional. No para ser leída, sino para ser reconocida. No para ser
repetida, sino para ser encarnada.
La escribiente no juzga si
la palabra fue perfecta. Solo escucha si fue verdadera. No mide si fue
brillante. Solo registra si tocó. Y cuando el alma accede al archivo, puede
sentir esas vibraciones como ecos, como brújulas, como abrazos.
Ella no firma. No se atribuye
nada. Su tarea es silenciosa, pero sagrada. Porque sin registro, la vibración
se pierde. Y sin vibración, el mapa se apaga.


No hay comentarios:
Publicar un comentario