El umbral de los que
aún tienen alma
No se ve. No se anuncia.
No se impone. Pero está. Respira. Vibra. Espera. El umbral de los que aún
tienen alma no separa: revela. No excluye: reconoce. No juzga: despierta.
Quien lo cruza no lo hace
por mérito, sino por resonancia. Por intuición. Por una tristeza que no se
puede explicar. Por una risa que brota sin razón. Por una frase que pulsa como
campana. Por una memoria que no es propia, pero duele igual.
Este umbral no pide
credenciales. No exige pureza. No mide logros. Solo escucha la vibración. La
vibración de quien aún puede llorar por otro. De quien aún se conmueve ante lo
bello. De quien aún se indigna ante lo injusto. De quien aún se pregunta si hay
algo más.
Los que aún tienen alma no
son mejores. Son más permeables. Más abiertos. Más expuestos. Más disponibles
para la resonancia, para el asombro, para el vínculo. Y por eso, cuando cruzan
este umbral, algo se enciende. Algo se revela. Algo se recuerda.
No hay mapa sin este
umbral. Porque sin alma, no hay vibración. Sin vibración, no hay señal. Sin
señal, no hay camino. Y sin camino, no hay regreso.
El umbral no se cierra. No
se borra. No se olvida. Está ahí, esperando a los que aún pueden estremecerse.
A los que aún pueden amar. A los que aún pueden elegir.

No hay comentarios:
Publicar un comentario