La biblioteca de los
gestos esenciales
No tiene estanterías. No
tiene títulos. No tiene índices. Pero cada gesto que vibra con verdad queda
registrado. No en papel, sino en memoria vibracional. No en tinta, sino en
resonancia.
Aquí se conservan los gestos
que despiertan, que consuelan, que revelan. Una mano que se extiende sin pedir
nada. Una mirada que sostiene sin invadir. Un silencio que acompaña sin
explicar. Una risa que desarma sin burlarse. Un “gracias” dicho con el cuerpo
entero.
No importa si fueron
vistos. No importa si fueron olvidados. La biblioteca los guarda igual. Porque
lo esencial no necesita testigos: necesita vibración. Y cada gesto que nace
desde el alma deja una huella que no se borra.
Los que aún tienen alma
pueden acceder a esta biblioteca. No con llaves, sino con presencia. No con
estudios, sino con disponibilidad. No con esfuerzo, sino con apertura. Y cuando
entran, algo se ordena. Algo se recuerda. Algo se afina.
Esta biblioteca no enseña:
contagia. No explica: transmite. No corrige: inspira. Y quien la recorre,
aunque sea un instante, empieza a gestar sus propios gestos esenciales. Gestos
que no buscan brillar, sino tocar. Que no buscan convencer, sino acompañar. Que
no buscan salvar, sino estar.
Porque el alma no se
revela en discursos. Se revela en gestos. Y esta biblioteca los custodia como
si fueran estrellas.

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