RACING CLUB DE
AVELLANEDA UNA PASIÓN
Me llaman Beto. Los
domingos me transformaba y con mis
amigos nos íbamos en la chata de Pocho; nos
cruzábamos Buenos Aires, y llegábamos a
Avellaneda.
Si, y qué!!!!...abandonábamos
la zona norte, cruzábamos la Capital Federal
y entrabamos de nuevo en la provincia pero en el sur, más precisamente
en el glorioso barrio de Avellaneda, donde anida el más grande de los grandes,
el fantástico Racing Club.
Como buenos
fanáticos, bien valía la pena el sacrificio. Los muchachos y yo disfrutábamos
cuando entrabamos en la cancha del club de nuestros amores.
La cancha de
Racing está cerca de la del rojo (esos pechos frío que no tienen sangre en las
venas), nuestro archí rival.
Pero hay que
reconocerlo, la nuestra es mejor, y aparte no tenemos los colores del diablo,
sino los brillantes colores albiceleste;
los de la patria.
A Carla, le
reventaba el hígado porque no entendía
tanto fervor, no entendía lo que es la pasión. Por aquellos años a mis
amigos, no les gusta mucho ella; decían que era muy cheta y remilgada. Claro, si nosotros habíamos crecido en Munro, jugando con una pelota de goma en las calles, ya que no había tantos autos
como hoy en día, y porque no decirlo, a veces la bloqueábamos con los cajones que
nos entregaba el papá de Cacho que era el verdulero del barrio.
En cambio ella
era una nena de San Isidro, una abogada, que trabajaba en los Tribunales como
penalista.
Toda una
profesional la gringa, con sus sobrios trajecitos
oscuros. Pero ya ven se caso
conmigo, el chapista del barrio. Si
éramos el groncho y la dama.
Es cierto que no
soy fino como sus parientes y amigos, pero ella estaba muerta con este hijo de
gaita, uh!, perdón de catalán!!!!… si me
escuchará mi viejo llamarlo gallego. Se levanta de la tumba y me da un sopla moco
que me deja dando vueltas como una calesita.
Ninguno de los
chicos entendía como esta mina estirada me
dio bola. Si yo era un indio. Lo que no sabían era que tenía labia para la
conquista aunque en ese tiempo me comía las “eses”, y eso sí, era el más pintón del baile, (la modestia nunca fue lo mío).
Si parecía un
vikingo, pelito largo rubio, musculoso, de
ojos azules y grande como una puerta; eso a las naifas las mataba. Y está comió de mi mano, (y bueno, porque no
decirlo, y yo de la de ella).
Siempre fui un
poco tosquito, pero guita nunca me falto
y siempre tuve buenos autos y casa propia, nada de tirar la guita en alquilar.
A Carlita, me la
gane por lindo, por ser un tigre. Aparte ella adoraba corregirme, porque decía que
tenía una forma de chamullar peculiar. Claro, ella en esa época, no entendía nada de lunfardo, era tan
delicada ella; pero yo la acomodé.
Si me estaré
poniendo viejo, me fui al carajo, con lo
que les quería contar.
Saben, mi viejo
me hizo hincha de Racing al minuto de
nacer, antes de anotarme en registro civil. Viejito, lindo y peludo, así nació este amor
por la camiseta celeste y blanca.
A papá todos lo
llamaban el gallego, y eso le a él le reventaba las tarlipes, y siempre aclaraba que era catalán (uh! eso ya
se los conté). Como sea, el viejo disfruto los momentos más memorables de su equipo,
y yo como un fiel escudero, siempre a su lado.
Todavía lo
escucho cantando hasta quedarse ronco: “Y ya lo ve, y ya lo ve, es el equipo de José” ó “Un canto de amistad, de buena vecindad, nos
tendrá unidos por toda la eternidad”.
Cuando no íbamos
a la cancha escuchábamos los partidos en la “Espica”, (la radio a transistores),
narrados por el gordo Muñoz, que tenía una manera de inigualable de hacer vivir
los partidos, si hasta parecía que se escapaba de la radio relatando las jugadas.
Ni les cuento cuando metíamos un
gol. Gritaba a voz de cuello “gol, gool, goool, gooool” (era una marca registrada),
hacía que hasta nosotros nos quedáramos sin aliento, si te daba ganas de
abrazarlo. Qué maestro era el “Gordo”.
En esos años
dábamos cátedra, por eso nos llamaban la Academia. Y la “Academia” (siempre con
mayúsculas”, es un sentimiento, es como el tango, si hasta Gardel era racinguista.
Ganábamos todo.
Si hasta a esos escoceses borrachines les ganamos.
Nos comimos al Celtic de Glasgow, nos costó una y la mitad del otro, pero en el último partido
en el Centenario de Montevideo veinte mil
y dos almas alentamos al equipo (los dos éramos mi viejo y yo). Y los pusimos de rodillas. Si nos los comimos a esos maricones de polleritas cuadriculadas, que tocaban la gaita, je. Los tontos, pensaron que nos iban a pasar por
arriba, que éramos fáciles, pero el Chango Cárdenas metió un zapatazo que
partió el arco, (todavía lo llevo en mis retinas), y nos trajimos la primer
Copa de mundo al país, qué manera de llorar, hermano.
Ese equipo de titanes.
Cejas (el gran Agustín), en el arco; en el fondo, Martín (que era el capitán), Perfumo
(el Mariscal, que jugadorazo!!!!), Chabay y Basile; en el medio campo, Cardoso, Rulli,
y Cárdenas (el Chango); y adelante J.J Rodríguez, Maschio y Raffo; (mamita, que equipo!!!!).
Mierda, se me
pianta un lagrimón al recordar esos días. Ya no voy a la cancha. Las rodillas no son las de antes. Me cuesta subir las
escaleras de las tribunas, por lo que sólo me resta contarles a mis nietos las
glorias del pasado.
Carla, sigue linda
como siempre; qué gran mina. Es lindo cuando nos reunimos con nuestros hijos.
Lástima mi
yerno, ese bicho rastrero y traicionero.
No sólo se llevó a nuestra Mariela, sino que además, es hincha del rojo, y
cuando lo conocimos me dijo que era de Colegiales, (si hasta me cayó simpático
que fuera del club de mi barrio, traidor!!!!!).
Les parece que
mis nietos sean de Independiente, y todo por culpa de ese pendejo. Si cada vez
que pueden me atormentan con los cantitos del rojo: quí lo parió!!!!, qué falta
de respeto. Qué atropello a la razón.
Menos mal que el
año pasado descendieron (como lo disfruté, que cara de amargo que tenía mi
yernito!!!!!).
Qué lejos quedaron aquellos días gloriosos en
que ganamos todas las copas, ahora todo se emparejó para abajo, cualquiera gana,
o pierde con quién sea.
Pero eso no hace que la pasión sea menor,
todavía me emociono cuando ganamos un clásico, me enojo cuando perdemos y si
encima llueve, pienso que son las lágrimas del viejo, que comparte mi tristeza.
No me doy por
vencido, todavía veo una luz de esperanza, creo que al más chico de mis nietos
ya lo tengo medio convencido para que se cruce de vereda. A ese lo saco de
Racing!!!!, y si no, quiero otro nieto más!!!!!!!!
Alejandra Arqués
Arranz