domingo, 6 de diciembre de 2015

UN CUENTO DE FUTBOL



RACING CLUB DE AVELLANEDA UNA PASIÓN


Me llaman  Beto.  Los domingos me transformaba  y con mis amigos nos íbamos en la chata de Pocho;  nos cruzábamos Buenos Aires, y  llegábamos a Avellaneda.
Si, y qué!!!!...abandonábamos la zona norte, cruzábamos la Capital Federal  y entrabamos de nuevo en la provincia pero en el sur, más precisamente en el glorioso barrio de Avellaneda, donde anida el más grande de los grandes, el fantástico Racing Club.
Como buenos fanáticos, bien valía la pena el  sacrificio. Los muchachos   y yo disfrutábamos cuando entrabamos en la cancha del club de nuestros amores.
La cancha de Racing está cerca de la del rojo (esos pechos frío que no tienen sangre en las venas), nuestro archí rival.
Pero hay que reconocerlo, la nuestra es mejor, y aparte no tenemos los colores del diablo, sino los brillantes colores  albiceleste; los de  la patria.
A Carla, le reventaba el hígado porque  no entendía tanto fervor,  no entendía  lo que es la pasión. Por aquellos años a mis amigos, no les gusta mucho ella; decían que era muy cheta y remilgada. Claro,  si nosotros habíamos   crecido  en Munro, jugando con una pelota de goma  en las calles, ya que no había tantos autos como hoy en día, y porque no decirlo, a veces la bloqueábamos con los cajones que nos entregaba el papá de Cacho que era el verdulero del barrio.
En cambio ella era una nena de San Isidro, una abogada, que trabajaba en los Tribunales como penalista.
Toda una profesional la gringa,  con sus sobrios trajecitos oscuros.  Pero ya ven se caso conmigo,  el chapista del barrio. Si éramos el groncho y la dama.
Es cierto que no soy fino como sus parientes y amigos, pero ella estaba muerta con este hijo de gaita, uh!,  perdón de catalán!!!!… si me escuchará mi viejo llamarlo  gallego.  Se levanta de la tumba y me da un sopla moco que me deja dando vueltas como una calesita.
Ninguno de los chicos entendía  como esta mina estirada me dio bola. Si yo era un indio. Lo que no sabían era que tenía labia para la conquista aunque en ese tiempo me comía las “eses”, y  eso sí,  era el más pintón del  baile, (la modestia nunca fue lo mío).
Si parecía un vikingo, pelito largo rubio,  musculoso, de ojos  azules y grande como una puerta;  eso a las naifas las mataba.  Y está comió de mi mano, (y bueno, porque no decirlo,  y yo de la de ella). 
Siempre fui un poco  tosquito, pero guita nunca me falto y siempre tuve buenos autos y casa propia, nada de tirar la guita en alquilar.  
A Carlita, me la gane por lindo, por ser un tigre. Aparte  ella adoraba corregirme, porque decía que tenía una forma de chamullar peculiar. Claro, ella en esa época,  no entendía nada de lunfardo, era tan delicada ella; pero yo la acomodé.
Si me estaré poniendo viejo,  me fui al carajo, con lo que les quería contar.
Saben, mi viejo me hizo hincha de Racing  al minuto de nacer, antes de anotarme en registro civil.  Viejito, lindo y peludo, así nació este amor por la camiseta celeste y blanca.
A papá todos lo llamaban el gallego, y eso le a él le reventaba las tarlipes, y  siempre aclaraba que era catalán (uh! eso ya se los conté). Como sea, el viejo disfruto los momentos más memorables de su equipo, y yo como un fiel escudero, siempre a su lado.
Todavía lo escucho cantando hasta quedarse ronco: “Y ya lo ve, y ya lo ve,  es el equipo de José” ó  “Un canto de amistad, de buena vecindad, nos tendrá unidos por toda la eternidad”.
Cuando no íbamos a la cancha escuchábamos los partidos en la “Espica”, (la radio a transistores), narrados por el gordo Muñoz, que tenía una manera de inigualable de hacer vivir los partidos, si hasta parecía que se escapaba de la radio relatando  las jugadas.  Ni les cuento  cuando metíamos un gol. Gritaba a voz de cuello “gol, gool, goool, gooool” (era una marca registrada), hacía que hasta nosotros nos quedáramos sin aliento, si te daba ganas de abrazarlo. Qué  maestro era el “Gordo”.
En esos años dábamos cátedra, por eso nos llamaban la Academia. Y la “Academia” (siempre con mayúsculas”, es un sentimiento, es como el tango, si hasta Gardel era racinguista.
Ganábamos todo. Si hasta a esos escoceses borrachines  les ganamos.  Nos comimos al Celtic de Glasgow,  nos costó una y  la mitad del otro, pero en el último partido en  el Centenario de Montevideo veinte mil y dos almas  alentamos  al equipo (los dos éramos mi viejo y yo). Y  los pusimos de rodillas. Si  nos los comimos a esos maricones  de polleritas cuadriculadas,  que tocaban la gaita, je.  Los tontos, pensaron que nos iban a pasar por arriba, que éramos fáciles, pero el Chango Cárdenas metió un zapatazo que partió el arco, (todavía lo llevo en mis retinas), y nos trajimos la primer Copa de mundo al país, qué manera de llorar, hermano.
Ese equipo de titanes. Cejas (el gran Agustín), en el arco; en el fondo, Martín (que era el capitán), Perfumo (el Mariscal, que jugadorazo!!!!),  Chabay y Basile; en el medio campo, Cardoso, Rulli, y Cárdenas (el Chango); y adelante J.J Rodríguez, Maschio y  Raffo; (mamita, que equipo!!!!).
Mierda, se me pianta un lagrimón al recordar esos días. Ya no voy a la cancha. Las rodillas  no son las de antes. Me cuesta subir las escaleras de las tribunas, por lo que sólo me resta contarles a mis nietos las glorias del pasado.
Carla, sigue linda como siempre; qué gran mina. Es lindo cuando nos reunimos con nuestros hijos.
Lástima mi yerno, ese bicho  rastrero y traicionero. No sólo se llevó a nuestra Mariela, sino que además, es hincha del rojo, y cuando lo conocimos me dijo que era de Colegiales, (si hasta me cayó simpático que fuera del club de mi barrio, traidor!!!!!).
Les parece que mis nietos sean de Independiente, y todo por culpa de ese pendejo. Si cada vez que pueden me atormentan con los cantitos del rojo: quí lo parió!!!!, qué falta de respeto. Qué atropello a la razón.
Menos mal que el año pasado descendieron (como lo disfruté, que cara de amargo que tenía mi yernito!!!!!).
 Qué lejos quedaron aquellos días gloriosos en que ganamos todas las copas, ahora todo se emparejó para abajo, cualquiera gana, o pierde con quién sea.
 Pero eso no hace que la pasión sea menor, todavía me emociono cuando ganamos un clásico, me enojo cuando perdemos y si encima llueve, pienso que son las lágrimas del viejo, que comparte mi  tristeza.
No me doy por vencido, todavía veo una luz de esperanza, creo que al más chico de mis nietos ya lo tengo medio convencido para que se cruce de vereda. A ese lo saco de Racing!!!!, y si no, quiero otro nieto más!!!!!!!!


Alejandra Arqués Arranz

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