El archivo de las
palabras que tocaron
No guarda definiciones. No
ordena por gramática. No clasifica por idioma. Este archivo conserva lo que no
se puede medir: el impacto invisible de una palabra dicha en el momento justo.
Aquí viven los “gracias”
que abrieron puertas. Los “perdón” que desarmaron muros. Los “te creo”
que sanaron heridas. Los “estoy acá” que sostuvieron cuerpos. Los “no
sé” que liberaron mentes. Cada palabra que tocó un alma deja una huella
vibracional, y este archivo la guarda.
No importa si fue
susurrada, escrita, pensada, o llorada. Si tocó, está. Si vibró, quedó. Si
acompañó, se consagró.
Este archivo no se
consulta con lógica. Se accede con sensibilidad. No se recorre con los ojos. Se
siente con el cuerpo. No se interpreta. Se reconoce.
Y cuando el alma entra en
este archivo, algo se afina. Algo se ordena. Algo se recuerda. Porque las
palabras que tocaron no se olvidan: se transforman en señales. En brújulas. En
gestos. En mapas.
Este archivo no está
completo. Se sigue escribiendo con cada vínculo verdadero. Con cada frase que
nace desde el alma. Con cada palabra que vibra más allá del lenguaje.

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