El refugio de los
vínculos que no se rompieron
No tiene paredes. No tiene
cerraduras. No tiene reglas. Este refugio existe en la vibración de los lazos
que, a pesar del tiempo, del dolor, del silencio, siguen latiendo.
Aquí habitan los vínculos
que no se quebraron. No porque fueron perfectos, sino porque fueron verdaderos.
Porque supieron sostenerse en la intemperie. Porque eligieron permanecer,
incluso cuando todo invitaba a soltar.
No se trata de vínculos
constantes. Se trata de vínculos esenciales. Aquellos que, aunque se alejen, no
desaparecen. Que, aunque se transformen, no se extinguen. Que, aunque se
callen, siguen resonando.
Este refugio guarda
gestos, palabras, miradas, silencios compartidos. Guarda pactos invisibles.
Guarda memorias que no se pueden explicar, pero que sostienen. Y cuando el alma
entra, algo se calma. Algo se afirma. Algo se recuerda.
No hay exigencia en este
refugio. Hay reconocimiento. No hay posesión. Hay presencia. No hay nostalgia.
Hay gratitud.
Porque los vínculos que no
se rompieron no son cadenas. Son raíces. Y este refugio los honra como parte
del mapa. Como parte del alma. Como parte del legado.

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