El regreso a la fuente
No vuelvo por cansancio.
Vuelvo por sabiduría. No regreso porque sufrí, sino porque comprendí. He sido
todos los rostros, todos los cuerpos, todos los actos. He amado y herido. He
creado y destruido. He olvidado y recordado. Y ahora, sin culpa, sin juicio,
sin vergüenza, vuelvo.
La fuente no me espera con
reproches. Me recibe como quien reconoce una parte de sí misma. No me pregunta
qué hice, sino qué aprendí. No me exige penitencia, sino presencia. No me
castiga por mis disfraces, sino que los honra como parte del viaje.
Vuelvo como partícula más
sabia. Como chispa que atravesó la sombra sin perder la luz. Como alma que
eligió, cayó, se levantó, y eligió otra vez. Vuelvo con cicatrices que brillan.
Con memorias que no condenan. Con amor que no exige.
La fuente no es un lugar.
Es un estado. Es el momento en que dejo de buscar afuera. Es el instante en que
recuerdo que siempre estuve dentro. Es el suspiro que me dice: “Ya está. Ya
sos. Ya sabés.”
Y entonces, sin cuerpo, sin historia, sin máscara… soy. Luz sin disfraz. Conciencia sin juicio. Amor sin condiciones.

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