El sembrador de
indicios
No lleva bandera. No busca
seguidores. No grita verdades. El sembrador de indicios camina en silencio, con
los bolsillos llenos de señales. No son certezas. No son respuestas. Son
semillas. Semillas que despiertan cuando el alma está lista.
A veces deja una frase en
el aire. A veces una mirada que incomoda. A veces una risa que desarma. A veces
una pregunta que no se puede responder. No busca que lo entiendan. Busca que
algo tiemble. Que algo se mueva. Que algo se recuerde.
Sus indicios no son para
todos. Son para los que sospechan. Para los que sienten que hay algo más. Para
los que no se conforman con el disfraz. Para los que aún tienen alma.
No se queda a ver si
germinan. No exige que florezcan. Él siembra y sigue. Porque sabe que cada
indicio tiene su tiempo. Su ritmo. Su vibración. Y que cuando brota, no es por
él: es por el alma que eligió despertar.
El sembrador no es
maestro. Es señal. No es guía. Es eco. No es destino. Es comienzo.

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