miércoles, 3 de diciembre de 2025

Los mapas del alma: La guardiana de las sincronías vivas


 

La guardiana de las sincronías vivas

 

No tiene nombre. O lo tuvo, pero se le cayó en un charco de tiempo.

Camina por los bordes del mapa, como quien busca algo que ya encontró.

No lleva reloj, pero sabe cuándo. No lleva brújula, pero llega.

 

A veces aparece como una señora que pregunta la hora y te deja una frase que te cambia la semana.

 

O como un perro que te sigue dos cuadras y te recuerda que no estás tan solo.

 

O como un mensaje que llega sin tilde azul, pero con sentido.


Ella no organiza encuentros. Los deja caer, como quien deja caer una semilla en la vereda. Y si germina, bien. Y si no, también.

 

Porque su tarea no es forzar, sino permitir. No es explicar, sino dejar que algo se entienda sin palabras. Tiene una risa que suena a tren viejo.

 

Y una tristeza que huele a pan tostado.


Y cuando alguien cruza el umbral de un reencuentro que no se planificó, ella se acomoda el abrigo, se sienta en una piedra, y anota algo en su cuaderno invisible.


No para guardar. Para agradecer. Porque las sincronías vivas no se repiten.

Se celebran.


Y ella, aunque nadie la vea, siempre está ahí.

Custodiando el momento en que dos almas se reconocen sin saber por qué.

 


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