colegio de la Misericordia
Acústica
prodigiosa, la Navidad como revelación íntima: cada villancico se convierte en
un eco que acaricia el alma, como si la piedra misma cantara.
En la
Misericordia, las voces se multiplican en un eco perfecto. No es un templo, es
un instrumento. Cada villancico se eleva y regresa, más puro, más profundo,
como si la Navidad misma se escondiera en las paredes. Allí comprendí que la
música no solo se escucha: se habita.

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