El archivo de los
gestos que evitaron una herida
Hay un archivo que no está en ningún lado. No tiene estantes, ni etiquetas, ni archivistas con anteojos. Pero existe. Y guarda los gestos que evitaron una herida.
No los gestos heroicos. No
los gestos brillantes. Los otros. Los mínimos.
Los que pasaron como quien pasa por una calle sin nombre, pero dejaron algo vibrando.
Un silencio justo antes de
que la palabra cortara. Una risa que desvió el golpe. Una mirada que dijo “no
sigas” sin decirlo.
Una mano que no se
extendió, porque sabía que el otro no quería ser tocado.
Una frase que se tragó a tiempo, como quien guarda un cuchillo en la manga y decide no usarlo.
Este archivo no se
consulta. Se siente. A veces aparece en sueños.
A veces en una emoción que
no se puede explicar.
A veces en el cuerpo, que recuerda sin saber por qué.
Los gestos que evitaron
una herida no tienen nombre. Pero tienen vibración.
Y esa vibración queda.
Como queda el perfume de
alguien que pasó cerca.
Como queda la música de un
tren que no se tomó.
Y cuando el alma entra en este archivo, no encuentra respuestas.
Encuentra alivio. Encuentra
gratitud. Encuentra esa sensación de que algo pudo doler… pero no dolió. Porque
alguien, sin saberlo, hizo lo justo.
Lo mínimo. Lo esencial.

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