sábado, 20 de diciembre de 2025

Relato: Villancicos en Montserrat



Relato: Villancicos en Montserrat

El monasterio se alzaba sobre la sierra como un templo suspendido entre cielo y roca. El alabastro esculpido brillaba con una luz blanca y serena, custodiando a la Moreneta, la Virgen Negra, que miraba con ojos de siglos.

 

Entonces comenzaron los villancicos. Los niños de la Escolanía, con sus voces puras, dejaron escapar notas que no parecían humanas. La acústica del lugar multiplicaba cada acorde, como si la montaña entera respirara música.

 

Sentí un golpe en el estómago, no de dolor, sino de revelación. Era mi alma brincando, elevándose en plenitud. Cada eco era un latido, cada silencio un respiro cósmico. La emoción no se podía contener: era como si el universo entero se hubiera reunido en ese instante para cantar conmigo.

 

La Virgen Negra permanecía inmóvil, pero su presencia era palpable. El alabastro blanco la rodeaba como un velo de eternidad, y las voces infantiles parecían abrir un portal entre lo humano y lo divino.

 

Allí comprendí que la música no solo se escucha: se habita. Los villancicos no eran canciones, eran plegarias que me atravesaban, que me revelaban. Y en ese instante, la plenitud fue absoluta.

 

 



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