La Navidad del Sr. Bruma
En un rincón olvidado de la ciudad, donde las farolas apenas se atrevían a encenderse, vivía el Sr. Bruma: un hombre de rostro largo, bufanda eterna y corazón encogido por los años. Nadie sabía si alguna vez había celebrado la Navidad. Se decía que hablaba con gatos, que escribía cartas que nunca enviaba, y que cada 24 de diciembre desaparecía sin dejar rastro.
Pero ese año, algo cambió.
Una joven con vestido rojo y botas blancas apareció frente a su puerta. No golpeó. No habló. Solo dejó una caja envuelta en papel de estrellas. Dentro, había una foto: ella, sonriendo junto a un árbol, con un gato en brazos. Y una nota que decía: “La luz vuelve, incluso a los rincones más brumosos.”
El Sr. Bruma no lloró. Pero esa noche, por primera vez en décadas, encendió una vela. Y al hacerlo, los gatos del barrio se reunieron en su ventana. Los vecinos, curiosos, vieron que su casa brillaba. Y alguien juró haberlo visto bailar, torpemente, con una bufanda que parecía flotar como si tuviera memoria.
Desde entonces, cada Navidad, el Sr. Bruma deja una caja en alguna puerta. Nadie sabe cómo elige a quién. Pero todos coinciden en algo: cuando la abrís, sentís que algo viejo y triste se despide. Y algo nuevo, cálido y brillante, empieza a crecer.
