La niña
de los recreos eternos
Cada
Navidad, cuando el pan dulce se parte y las luces titilan como estrellas
nerviosas, aparece ella. Lleva una bolsita de payana, un elástico invisible y
una risa que no envejece. Se cuela en las casas por las rendijas del recuerdo,
y juega. Juega con quien se atreva a recordar. Y quien juega con ella, vuelve a
creer.

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