viernes, 12 de diciembre de 2025

El chico que no sabía por qué se sentía raro

 


El chico que no sabía por qué se sentía raro

 

Se llamaba Julián, tenía dieciséis años y una vida perfectamente programada.

Tenía sus redes, sus juegos, sus series, sus suplementos, su rutina de gimnasio, su lista de deseos.

 

Tenía todo lo que se suponía que debía tener.

Y, sin embargo, algo no cerraba.

No lo decía en voz alta, porque nadie lo decía.

Pero a veces, cuando se quedaba solo, sentía una especie de vacío.

No tristeza. No aburrimiento.

Algo más profundo. Como si le hubieran robado algo que no sabía nombrar.

Una noche, mientras scrolleaba sin ganas, le apareció un video extraño.

No tenía música, ni filtros, ni hashtags.

Solo una mujer mayor, con ojos intensos, que decía:

 

—Si sentís que algo no cierra, es porque aún tenés alma.

Julián se quedó quieto.

No entendía por qué, pero no pudo seguir scrolleando.

Volvió a mirar el video.

 

La mujer repetía:

—No estás roto. Estás despierto

—No estás solo. Hay otros como vos.

—Buscan que no pienses. Que no sientas. Que no recuerdes.

—Pero vos ya empezaste a recordar.

 

Esa noche, Julián no durmió.

No por ansiedad, sino por una especie de fuego.

Empezó a buscar. No en Google, sino en su memoria.

Recordó que de chico escribía cuentos.

Que le gustaba mirar el cielo.

Que una vez lloró por un pájaro muerto y le dijeron que era “demasiado sensible”.

 

Al día siguiente, desinstaló tres apps.

Al otro, dejó de seguir a los influencers que lo hacían sentir vacío.

Y una semana después, escribió su primer cuento en años.

Lo tituló: “Los que aún tienen alma”.

 

No sabía bien qué estaba haciendo.

Pero por primera vez en mucho tiempo, sentía.

Y eso, en un mundo anestesiado, ya era una revolución.

 

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