jueves, 30 de octubre de 2025

Manual de supervivencia para argentinos con alma (y estómago)


Manual de supervivencia para argentinos con alma (y estómago)

Crónica tragicómica en cuatro actos y un milagro sin presupuesto

 

Acto I: Cristina y el pan con relato

 

En aquellos días, el país se dividía entre los que creían en el relato y los que creían en el ticket del supermercado. Yo, que creía en el pan con manteca, sobrevivía a fuerza de metáforas. Cada discurso era una misa, cada cadena nacional una clase de literatura comparada. Aprendí a distinguir entre “modelo” y “realidad” como quien distingue entre Borges y Bioy: con respeto, pero sabiendo que uno siempre miente mejor.

 

Acto II: Macri y el yoga financiero

 

Después vino el CEO. Prometió luz, transparencia y globos. Yo me anoté en yoga para aprender a respirar mientras subía el dólar. Cada vez que decía “pobreza cero”, mi vecino se mudaba a la casa de su suegra. Aprendí que “gradualismo” era una forma elegante de decir “te vas a ir acostumbrando”. Sobreviví a fuerza de memes, fernet y una fe ciega en que el Excel no podía ser tan cruel.

 

Acto III: Fernández y el gobierno holograma

 

Un día despertamos con dos presidentes y ninguna decisión. Era como vivir en una obra de Beckett, pero sin aplausos. Alberto hablaba, Cristina decidía, y yo trataba de entender si el barbijo era símbolo de protección o de censura. Sobreviví a fuerza de delivery, Zoom y la certeza de que el país era un experimento sociológico sin consentimiento informado.

 

Acto IV: Milei y el apocalipsis libertario

 

Y entonces llegó él. Con la motosierra, los gritos, los perros y el plan. Yo, que ya había sobrevivido al relato, al Excel y al holograma, me preparé para el reality show. Aprendí a distinguir entre “libertad” y “libertarismo” como quien distingue entre un lobo y un perro con peluca. Sobreviví a fuerza de sarcasmo, memes reciclados y una estampita de San Perón escondida en el cajón de los impuestos.

 

Epílogo: El milagro sin presupuesto

 

Y acá estoy. Vivo. Argentino. Con alma. Con estómago. Con sentido del humor. Porque si algo aprendimos en estos años es que el país no se arregla, se sobrevive. Y que cada ciclo es un cuento maldito que, si lo contás bien, puede hacer reír, llorar y despertar.

 


 

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