martes, 28 de octubre de 2025

El espejo que no devolvía la imagen


 

El espejo que no devolvía la imagen

Epígrafe:

“No todos los espejos reflejan. Algunos absorben.”

El espejo estaba en el baño. Rectangular, antiguo, con marco de madera oscura. No tenía grietas. No tenía manchas. No tenía nada raro. Hasta que dejó de reflejar.

La madre lo notó primero. Se lavaba la cara. Levantaba la vista. Y no se veía. El lavabo, sí. La toalla, sí. La pared, sí. Pero ella, no. Como si no estuviera. Como si el espejo la ignorara. Como si la hubiera borrado.

Pensó que era la luz. Que era el ángulo. Que era el cansancio. Pero al día siguiente, pasó lo mismo. Y al otro. Y al otro. El espejo seguía sin devolver su imagen. Solo mostraba el fondo. Solo mostraba el vacío.

El padre no lo creyó. Se miró. Se vio. Se rió. Dijo que era sugestión. Que era estrés. Que era insomnio. Pero una noche, también desapareció. Frente al espejo. Frente a la nada. Frente a su propia ausencia.

La hija menor empezó a tener miedo. No quería entrar al baño. Decía que el espejo la miraba. Que no era vidrio. Que era otra cosa. Que respiraba. Que esperaba. Que absorbía.

Una madrugada, la madre se levantó. Fue al baño. Se paró frente al espejo. Lo miró. No se vio. Pero vio algo más. Una figura. Lejana. Borrosa. Parecida a ella. Pero no igual. Más pálida. Más quieta. Más vacía.

Desde entonces, nadie volvió a usar ese espejo. Lo taparon. Lo cubrieron. Lo ignoraron. Pero cada noche, si alguien pasa por el pasillo, puede sentirlo. Una mirada. Un reflejo que no devuelve. Una imagen que no es suya. Una ausencia que no se va.

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