La que Recuerda el
Fuego
(Elegía para la
Bibliotecaria de Alejandría)
No era humo lo que la envolvía.
Era historia.
Era palabra.
Era el aliento de los
antiguos que aún vibraba en los papiros.
Ella caminaba entre
columnas como quien recorre un templo.
No adoraba dioses:
los leía.
No ofrecía incienso:
ofrecía silencio.
Sabía que el saber no
grita.
Susurra.
Y que cada libro es un
cuerpo que respira si se lo escucha.
Cuando el fuego llegó,
no corrió.
Abrazó los textos como
quien abraza hijos.
Y en su último aliento,
no pidió salvación.

 
 

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