He
visto el cuadro.
No
como se ve una pintura, sino como se ve un crimen.
La
luna que lo alumbra no es luna: es ojo.
El
mar que lo rodea no es mar: es tumba.
Cada
trazo vibra como un suspiro que no debió oírse.
La
tela respira, y yo escucho su aliento.
Hay
algo en ella que me llama por mi nombre.
No
sé si es pintura o espectro.
No
sé si fui yo quien lo miró, o él quien me miró primero.
La
alegría que sugiere es falsa, como la sonrisa de un cadáver.
Y
sin embargo, vuelvo.
Vuelvo
cada noche, como quien regresa al lugar del horror.
Porque
también fui sombra que amó lo siniestro.
También
fui palabra que sangra.
También
fui hombre que vio demasiado.


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