El mar de las memorias
sumergidas
No están perdidas. Están
sumergidas. Las memorias que nos explican, que nos revelan, que nos liberan…
duermen bajo el agua. No se evaporaron. No se borraron. Se hundieron para que
el alma las encuentre cuando esté lista. Este mar no es olvido: es espera.
Allí flotan fragmentos de otras vidas, de otros cuerpos, de otros pactos. Hay imágenes que no entendemos, dolores que no sabemos de dónde vienen, amores que nos conmueven sin causa. Son memorias sumergidas. Ecos de lo que fuimos. Señales de lo que elegimos.
El mar no habla con palabras. Habla con temblores, con sueños, con intuiciones. A veces, una ola trae una escena que no viviste en esta vida. A veces, una corriente te arrastra hacia un miedo que no tiene explicación. A veces, una lágrima brota sin historia. Es el mar. Es la memoria. Es el alma recordando.
No hay mapa para este mar. Solo coraje. Solo silencio. Solo entrega. Porque para bucear en las memorias sumergidas, hay que soltar el control. Hay que dejar que el cuerpo tiemble. Hay que aceptar que no todo se puede nombrar.
Pero cuando una memoria
emerge, no lo hace para condenar. Lo hace para liberar. No lo hace para
repetir. Lo hace para transformar. Y entonces, el mar deja de ser misterio y se
convierte en espejo.


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