martes, 11 de noviembre de 2025

Los alegatos del Dios humo


 

Los alegatos del Dios humo

 

Se presenta el acusado: un Dios de humo, falso, creado por manos humanas para atormentar a otras manos humanas. No es creador de mundos, sino fabricante de culpa. No da vida: la vigila. No ama: castiga. No escucha: sentencia. Se le acusa de haber sido diseñado para controlar, para sesgar el libre albedrío, para convertir la conciencia en miedo y la espiritualidad en obediencia.

 

Este Dios no nace del misterio, sino del poder. No arde en el corazón, sino en los libros que dictan condena. No se revela en el asombro, sino en la amenaza. Su templo es el deber. Su altar, la vergüenza. Su evangelio, la culpa heredada. Se le acusa de haber sido usado como látigo, como grillete, como excusa para silenciar el deseo, la duda, la diferencia.

 

Los alegatos se acumulan: ¿Dónde está la libertad si todo está vigilado? ¿Dónde está el amor si todo se castiga? ¿Dónde está el alma si todo se culpa?

 

El Dios humo no responde. Se disuelve en dogmas. Se esconde en jerarquías. Se camufla en rituales sin fuego. Se multiplica en voces que dicen “no podés”, “no debés”, “no sos digno”.

 

Pero alguien en el fondo del tribunal enciende una vela. No para ese Dios, sino para la fuerza que crea mundos sin condena. Para la divinidad que no vigila, sino que acompaña. Para el misterio que no exige, sino que invita. Para el amor que no castiga, sino que libera.

 

Y entonces, los alegatos del Dios humo se convierten en humo. Y el juicio se transforma en revelación.

 

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