Me llamo Alejandra, soy de Vicente López y tengo varias historias de contacto con fallecidos. Una de las más lúcidas, coloridas historias es una que me ocurrió años atrás. Fue dentro de un sueño intenso y real e involucra a mi mejor amiga. La historia comienza tres días antes volvía de mis vacaciones y la llame por teléfono un miércoles con la intención de visitarla el sábado. Me impactó su voz y su dificultad para articular palabras, la sentía fatigada. Con ese hilo voz me dijo volvió el cáncer. Me quedé muda mientras un escalofrío recorría mi cuerpo. Intenté alentarla, pero no logré sacarla de su desaliento. Le propuse acompañarla a su oncólogo y ante mi desconcierto su voz tomó su potencia habitual y me respondió;
-No voy a someterme a esos tratamientos tan dolorosos nunca más-.
Le pedí que lo pensará y ante su oposición tan férrea decidí no insistir, en mi interior mi mente me decía el sábado cuando nos veamos personalmente la convenceré y esa idea quedó rondando en mi mente.Ella siempre fue muy vital, alegre, esperanzada y ese día simplemente se despidió nos vemos el sábado
- Pero recuerda que casi no puedo hablar-
No te hagas problemas, yo puedo hablar por las dos y ambas reímos de manera cómplice.
Era finales de abril en la madrugada del día del encuentro empieza el sueño, totalmente mágico e irreal y en él estaba ella. Nunca la vi más hermosa con su cabello negro, su piel blanca y esa profunda mirada azabache rodeada por una aureola blanca plateada. Lo extraño era que el lugar donde estábamos todo era negro tanto que yo ni podía ver mis manos, como puestos por un relámpago aparecieron ángeles de todos los tamaños, colores, de una belleza indescriptible, La mire sin comprender lo que sucedía y ella me dice es tiempo que elijas un ángel sólo uno, una tarea que me parecía imposible todos eran magníficos, pero ante su insistencia me decidí por dos de ellos y le pedí que me ayudara a decidir a lo que me respondió:
-Mi querida amiga este es tu tiempo y sé que podes elegirlo por vos misma, yo no puedo interferir-
Esas palabras me llenaron de tanta angustia que me desperté miré el reloj a las cuatro de la mañana, inquieta me volví a dormir. Esa madrugada de un veintinueve de abril sonó el teléfono era Carolina la hija de Cris así se llamaba mi amiga y me aviso: Mamá murió hoy a las cuatro de la mañana, eres la primera en enterarte, sé lo que te amaba mami y hoy al mediodía te espero en el Cementerio de la Chacarita.
Ella por largo tiempo había sido mi maestra y también como una especie de hermana del corazón. Aún creo que esa fue su última lección que no olvidaré mientras viva.